Cuando la correspondencia entre el deseo y la realidad no se da, perdemos la felicidad, lo que nos sostiene es la esperanza de una vida eterna, de un reino de amor y de justicia, de un horizonte de plenitud que vislumbramos desde la fe.
La fe en la vida, en sí mismo y en los demás, tiene que edificarse sobre el terreno firme del realismo. La crisis ha dinamitado la mirada ingenua, pueril sobre la realidad. El mal existe, también la corrupción, la trampa, la prevaricación, el engaño, la avaricia, la ambición sin límites, el culto al Poderoso Dios Dinero. El mal, en todas sus múltiples máscaras existe y adopta un sinfín de formas en el baile de la vida.
La crisis ha puesto patas arriba una idea falsa, creer que se puede conseguir algo sin esfuerzo, sin dolor, sin entrega y dedicación. Durante el largo período de tiempo de bonanza, la gente se había convencido de que todo, aun las tareas más difíciles, deben poder cumplirse con muy poco o ningún esfuerzo. Nadie hace lo que hace por obligación sino porque le gusta.
La crisis nos ha enseñado a darnos cuenta de que necesitamos de los demás para seguir caminando, los valores son la fraternidad, la caridad y la ayuda mutua. La situación requiere de la suma, la cerrazón y el egoísmo conducen a la destrucción.
El egoísmo, como recuerda Erich Fromm, es la consecuencia de un modo de existir cerrado unívocamente en el tener. El egoísta lo quiere todo para sí, no le gusta dar, ni compartir, no encuentra satisfacción en la caridad, la cooperación ni en el amor; es una fortaleza incomunicada, receloso de los demás, ansioso de tomar y reacio a dar; representa , en general , el carácter acumulativo. Nunca tiene bastante con lo que posee. Está solo, sin relaciones, y su fuerza está en lo que tiene y la necesidad de conservarlo.
El egoísmo es el mal, la razón principal de la crisis. Por lo tanto no puede ser la solución a la misma, La crisis exige un cambio de paradigma, de modelo de producción, de interrelación y de consumo. NECESITO LA AYUDA DE LOS DEMÁS. NECESITO QUE LOS DEMÁS ME OFREZCAN UNA OPORTUNIDAD. COMPARTIR. DESPRENDERNOS. LAS COSAS NO SON EL SENTIDO DE MI YO, SI ME DESPRENDO DE ELLAS NO PASA NADA. NO PUEDO PERDERME COMO PERSONA PORQUE PIERDA MIS COSAS.
La crisis ha obligado a muchos a salir de sí mismos, a abrirse a los otros, a establecer puentes de comunicación. No somos autosuficientes, no lo podemos todo, nos necesitamos todos. Cuando uno rompe con el egoísmo y soporta la angustia que esto le crea, siente los primeros atisbos de felicidad, de alegría, de fortaleza al darse cuenta que no está solo...
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